Escritor, humanista y caficultor
Mario Fernández Sánchez, nació en Coatepec, Veracruz hace 72 años. Caficultor, desde siempre, representa a la séptima generación de cafetaleros en su familia. Se define como necio o terco –su esposa dice con visión de futuro– porque ha fracasado muchas veces en el negocio del café y, sin embargo, vuelve a empezar; no tiene apodo y va por la vida, simplemente, como Mario Fernández. En las mañanas trabaja en el campo y en las tardes escribe, su afición de vida.
El café marcó su vida, nos cuenta “que desde niño el café era parte de la vida, nosotros vivíamos en la Ciudad de México, pero todas las vacaciones –que en ese entonces eran de diciembre a enero– las íbamos a pasar al rancho, y coincidían con la cosecha del café y nos divertíamos ayudando, pero nosotros no lo sabíamos; yo puedo decir que he nadado en café, porque mi abuelo tenía una bodega donde guardaban el café a granel y nosotros como niños nos echábamos clavados, hacíamos torres como si fuera arena, y en la noche cuando la abuela nos ponía la pijama sacaba café de las orejas, de las bolsas del pantalón, todos lados y nunca decía nada, como que era normal. Para mí eso era normal, pero, un día descubrí que eso no era normal para la mayoría de la gente que vivía en la ciudad; no conocían ni la historia ni el proceso del café, eso me marcó a mí de un amor por el café, para toda la vida, tanto que cuando pude compré el rancho en Coatepec, construí la casa y nos fuimos a vivir ahí”.
El suceso que lo marcó como escritor sucedió con un profesor de literatura, cuando estaba en la preparatoria, Mario lo recuerda así: “un español viejo que siempre tenía pegado el cigarro en la boca al que le dije: Don Isidoro, yo quiero escribir, desde niño me ha gustado leer y quiero escribir ¿cómo le hago?, y él me contestó: pues escriba Fernández, escriba, escriba, todos los días de su vida escriba.Eso marcó mi gusto por escribir” también recuerda que “en la universidad fundamos el periódico “Papalote” y ahí empecé a publicar mis cuentos, uno de los primeros se llamaba “Porque sí” porque cualquier cosa que me preguntaban contestaba, porque sí” Para él “la tinta es como una fuente de vida”; su novela “Una larga huida hacia adelante” ganó un premio universitario. Todas se desarrollan en zonas rurales e indígenas y siempre aparece el tema de la agricultura y del café, disfrazado, pero siempre están “la experiencia de uno siempre aparece atrás” nos dice.
Para ser un buen caficultor, Mario Fernández, dice que hay qué tener vocación y hay qué estudiar “si a uno no le gusta lo que hace es difícil aprenderlo y hacerlo bien; para mi, ser caficultor es un placer y procuro hacerlo lo mejor que puedo. Pero también aprendí en la escuela: la horticultura orgánica o los fertilizantes orgánicos, pero lo demás es observación, experiencia y conocer el terreno”.
Su éxito como caficultor está en la diversificación de cultivos. “Mi finca es muy pequeña, solo son 4.5 hectáreas pero es un jardín, yo la disfruto mucho, además, es productiva porque vivimos de ella. Mi propósito fue siempre hacerla rentable a través de la producción del café, pero también diversificando la producción” nos platica. “Al igual que la milpa, al cafetal hay que mantenerlo con otros productos, aparte del café, producimos en la misma zona nuez de macadamia, fruta como la zarzamora y flores. Al mismo tiempo, está sembrada la macadamia, el café, la canela y cada una cumple su función; una da sombra a la otra y otra separa a las plantas para evitar plagas, todo lo hacemos un proceso natural y esto lo aprendí con la práctica. Nosotros, trabajamos con los totonacos, de la zona alta de Papantla, no hablaban castellano pero tenían manejos diversificados de su bosque; porque conocían su tierra manejaban la diversificación de los cultivos, yo aprendí mucho de ellos, aunque nosotros íbamos a ayudar, aprendí más de ellos que ellos de mí”.
El consejo de Mario Fernández para quienes quieran dedicarse al mundo del café “consiste en trabajar doble: con diversificación y con calidad, tener otros apoyos porque puede haber una crisis o cualquier eventualidad y como dicen en el pueblo, ‘nunca se deben tener los huevos en la misma canasta porque si esta se rompe, se quiebran todos” recomendaría, si alguien quiere dedicarse a la producción del café; no cultivar solo café.
En los tiempos actuales, el café ya solo es para cafeterías de especialidad y es importante encontrar nichos en donde se pague a buen precio, que le permitan al caficultor seguir produciendo. Para Mario Fernández, la esperanza para que el café siga vivo es el consumo de la gente joven, que lo consuman más porque lo conozcan más y las cafeterías de especialidad que lo dan a conocer, son una esperanza.
Este es Mario Fernández un escritor, humanista y caficultor exitoso, que ha escrito todos los días de su vida, como le aconsejó uno de sus profesores, y que, como pocas personas lo han hecho, su finca de un área tan pequeña, la ha hecho productiva y de ella vive. Modestamente dice que a su edad solo esta dedicado a lo que más le gusta: desarrollar el café como una fuente de vida, trabajar por y para el café.